Ho Chi Minh, la ciudad motorizada

En Ho Chi Minh, la antigua Saigón, hay un famoso mercadillo, varios museos, una catedral, el moderno y lujoso barrio de las tiendas de marca… Pero lo que más llama la atención de esta ciudad no es nada de eso sino la increíble cantidad de motos que concentra este lugar. Un auténtico alucine. De verdad de la buena. Aquí, y en casi todo el país, no eres nadie sin una moto.

De hecho Saigón ostenta un curioso récord guiness: el de ser la ciudad con más ciclomotores del mundo. Más de 6 millones para una población que ronda los ocho millones de habitantes. Y se utilizan para todo: llevar al cole a los niños (en plural, porque aunque hay límite de adultos por moto -dos- no se ha establecido un máximo de menores), recoger la ropa de la tintorería, hacer la compra de la semana, echar una mano en la mudanza, llevar a la abuela al médico… Por eso hay riadas de motos por toda la ciudad, donde apenas encuentras señales de tráfico, lo que convierte en una odisea cruzar cualquier calle. Por lo menos para el turista recién llegado. El primer día tardamos unos 15 minutos en lanzarnos a cruzar por un paso de peatones porque allí no paraba ni el tato. Aunque se coge el tranquillo rápido: el truco está en bajarse de la acera y caminar a paso lento pero seguro hasta el otro lado de la calle, que ya te esquivarán las motos.

Por eso los policías que ayudan a los turistas a pasar al otro lado de la calzada -en las zonas más turísticas uno de sus cometidos es ese: echar una mano al viajero poco decidido- recomiendan una única cosa: no correr, porque si te lanzas a la carrera es más difícil que las motos puedan esquivarte.

Una vez cogido el truco, la mayor parte de los lugares a visitar se pueden recorrer caminando. En menos de tres manzanas te encuentras todos los edificios emblemáticos de la ciudad, concentrados en el barrio «de lujo»: la Casa de la Ópera, junto a la que se encuentra el Ayuntamiento; la catedral de Notre Dame que levantaron los colonos franceses a finales del XIX; y el edificio de Correos construido por el famoso Eiffel.

Un poco más apartado, pero también muy cerquita de lo anterior, está el Palacio de la Reunificación, que nosotros encontramos cerrado pero en el que se hacen visitas guiadas por la importancia que jugó como escenario histórico: por sus puertas entró el 30 de abril de 1975 un tanque norvietnamita que puso fin a la Guerra de Vietnam.

De ella, de la Guerra de Vietnam, hablan varios museos de la ciudad que no están nada mal para echar un vistazo. Por ejemplo, el Museo de la Revolución, plagado de fotos, recortes de periódicos, carteles, antiguos carnés revolucionarios, uniformes y demás historias relacionadas con la revolución. O el de los Vestigios de la Guerra de Vietnam, donde se exponen los efectos del agente naranja en la población. Por allí anduvimos dando una vuelta hasta que por casualidad dimos con el teatro de las marionetas de agua, donde siguen la antigua tradición de los vietnamitas rurales, que diseñaron títeres para honrar a los espíritus que creían que marcaban su destino.

Con ellos representaban obras en los estanques y arrozales inundados después de la cosecha.

También parte del recorrido turístico es el famoso mercado de Ben Thanh, plagado de turistas en busca de gangas que nosotros no encontramos: aunque hay mucha variedad, los precios de salida son bastante altos, y por mucho regateo que pongas en práctica es difícil conseguir un precio parecido al que encontrarías, y sin tanto esfuerzo, en cualquier mercadillo por ejemplo de Camboya.

Para acabar, si tenéis tiempo, dicen que una visita que merece la pena son los túneles de Cu Chi, a unos 40 kilómetros del centro, por lo visto algo claustrofóbicos pero que tienen su aquel por aquello de la historia -los construyeron durante la invasión francesa y luego se utilizaron durante la guerra de Vietnam-. Otra visita por los alrededores es la de los pueblos flotantes: desde Saigón salen excursiones a aldeas bastante más cerca que Chau Doc, así que si no habéis pasado por allí puede ser una buena opción.

¿Lo más curioso de esta ciudad? Que como casi todas las grandes ciudades encierra un montón de contrastes. Sólo que aquí no hace falta caminar grandes distancias para  percibirlos porque están mezclados incluso en los barrios caros. Por eso puedes ver ejecutivos junto a vendedoras callejeras con sombreros de cono, coches de lujo circulando junto a ciclistas con carros para vender, vietnamitas con estilismos modernos esperando que el semáforo se ponga en verde junto a una mujer de una aldea vestida al estilo tradicional… Un todo en uno muy particular.

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