Dos días en Sapa con la etnia H’Mong sorteando los problemas del transporte

Al noroeste de Vietnam, en mitad de un paisaje montañoso donde se ven cientos de terrazas de arroz, viven varias etnias minoritarias que han hecho famosa la región de Sapa. Se encuentra muy cerca de la frontera con China, a unas 8 horas y media en tren si no hay retrasos y a un tiempo más bien indefinido si vas en autobús -puedes tardar entre 10 horas y 18 según el tráfico, cómo esté la carretera, el conductor que te toque y las paradas que haga-. Allí nos plantamos mientras seguían tramitando el visado a India en Hanoi, y aunque al final resultó una buena experiencia esta vez no tuvimos tanta suerte como en la bahía de Halong.

Desde Hanoi puedes contratar una excursión de distinta duración para Sapa, aunque lo habitual es coger dos días y tres noches. El paquete incluye dos días de trekking para conocer los poblados de las etnias H’Mong o Dzao -las más numerosas-, todas las comidas, una noche de hotel (las otras dos noches las pasas durmiendo en tren o autobús), y el transporte de ida y vuelta desde Hanoi a Sapa. Pero esta vez no encontramos ningún chollo: aunque habíamos leído en algún blog de hace tres o cuatro años que se puede contratar este paquete por 50 euros, no dimos con nada por debajo de los 90, y haciendo la ida en tren y la vuelta en autobús, que es bastante más barato -si tenéis pensado ir por allí en fin de semana conviene reservar el tren al menos con un par de días de antelación porque es fácil no encontrar sitio (fue lo que nos pasó con el billete de vuelta)-.

Después de muchas vueltas cogimos el pack, y echando cuentas y repasando experiencias metimos la pata. No es nada complicado hacerlo por tu cuenta -sólo tienes que ir a la estación de tren de Hanoi o comprar únicamente el billete de tren o autobús a una agencia, y luego buscarte hotel y trekking en el mismo Sapa-. Además de que te ahorrarás de 30 euros en adelante, podrás alargar tu estancia si te apetece (no siempre hace buen tiempo en Sapa, y si te toca uno de los muchos días con niebla no verás lo que tienes enfrente si está a más de 10 metros); desde Sapa podrás coger el autobús que más te convenga si eliges esa opción -hay varios tipos-; y tendrás la posibilidad de cambiar la ruta de los pueblos a visitar negociando directamente con cualquiera de las mujeres H’Mongs que encontrarás sin dificultad en Sapa, quienes además de ofrecerte un precio justo por el trekking te darán la posibilidad de dormir en sus casas, que tampoco es mala idea para conocer mejor sus aldeas. Pero todo eso lo aprendimos después de pasar un par de días en Sapa venga que dar vueltas.

El tren nocturno desde Hanoi hasta Lao Cai, la capital de la provincia con el mismo nombre, es un ejemplo de cómo hacer rentable un viaje transportando un número casi ilimitado de gente: si te das un paseo por los distintos vagones verás personas en cualquier esquina durmiendo como pueden, sobre todo en los pasillos (hay gente muy apañada que se monta una cama con menos de nada. Por ejemplo, unas cuantas banquetas sobre las que extienden una especie de colchón). Pero nuestro compartimento para cuatro no estaba nada mal, y tuvimos dos compañeros de viaje alemanes muy tranquilos que además ni roncaban. Llegamos a Lao Cai a la hora prevista, las 6 y media de la mañana. Y pensamos que la buena racha de suerte que habíamos tenido en Halong seguía. Pero no.

El problema vino al bajar del tren, donde se suponía que alguien estaría esperándonos para llevarnos a Sapa, a unos 40 kilómetros. Había decenas de tipos con carteles buscando a la mayoría de los extranjeros del tren, y todos acabaron encontrando su furgoneta para Sapa sin problemas. Así que allí estuvimos cerca de media hora viendo cómo se iba vaciando la estación y aquello se quedaba desierto. Ni rastro de nadie con un cartelillo con nuestros nombres. Como cuando esperas que te vaya recibir la familia al aeropuerto y acabas cogiendo el metro. Sólo que aquí no había metros que coger.

Y sobre todo, no sabíamos a donde ir: en frente de la estación de tren está la estación de autobuses, que tiene varias salidas a Sapa, y también hay furgonetas que te llevan por unos 25 euros a dividir entre todos los pasajeros (caben alrededor de 10 o más). Pero aquellos días debíamos andar con más pachorra de la habitual y con el asunto de que en teoría nos daban todo hecho ni nos preocupamos por apuntar el nombre del hotel, que hubiera sido bastante útil. Así que sólo se nos ocurrió llamar al lugar donde habíamos contratado el pack y ver si solucionaban el asunto.

Parecía fácil, pero nos costó lo suyo. Después de una hora buscando una cabina para llamar y ver que en Lao Cai no se estila eso del teléfono público, preguntamos a la poca gente que encontramos si nos podían prestar su móvil. La mitad no nos entendieron; la otra mitad hizo que no nos entendía. Pero hacia las ocho y media de la mañana, unas dos horas después de llegar, dimos con uno de esos buenos samaritanos que por suerte al final siempre se encuentran por ahí.

La situación era un poco extraña: el chaval estaba dentro de la estación, junto a las verjas de la entrada, y nosotros fuera. Así que le explicamos como pudimos el problema, le pasamos por los barrotes un papel con el teléfono al que llamar apuntado y el chaval nos pasó su teléfono por la verja. La cosa acabó solucionándose un rato después, cuando llegó un conductor con un letrero que decía Michael x 2, así que nos rebautizamos por si acaso y le seguimos.

Total, que acabamos en una furgoneta con otros 10 vietnamitas. Después de 45 minutos que la mitad del personal pasó vomitando -empezó nuestro compañero de atrás y aquello tuvo un efecto contagio muy eficaz- llegamos. A partir de ahí, la cosa se dio bastante mejor.

Para empezar, hacía buen día, así que podríamos ver los famosos paisajes de Sapa. Y además nos tocó una guía bien maja, Lam, que hablaba muy buen inglés y contestaba todo lo que se te pasara por la cabeza.

Como la mayoría de las mujeres que se ven en Sapa, era de una aldea cercana y pertenecía a la etnia H’Mong. Sus antepasados se marcharon de China hace unos 300 años buscando nuevas tierras que poder trabajar para cultivar arroz, maíz y cebada. Unos acabaron en Laos, otros en Tailandia y un buen número en las montañas de Sapa. Desde entonces han mantenido su estilo de vida casi intacto.

Salvo por los teléfonos móviles que ya usan casi todos los pertenecientes a su etnia, parece que vivieran varios siglos atrás: la mayoría no sale casi de su aldea, siguen hablando su propia lengua (incluso quienes llegan hasta Sapa para trabajar con turistas o vender artesanías en el mercado no hablan vietnamita, aunque sí inglés que han aprendido de los turistas), continúan vistiendo los trajes que usaban sus antepasados y siguen manteniendo las tradiciones.

Por ejemplo, a la hora de casarse. Según nos contó, las bodas son muy largas: durante un par de meses tienen varias celebraciones en casa del novio y de la novia, aunque son tres los días clave en los que se celebran banquetes para todo el pueblo. Los padres del novio tienen que pedir permiso a los padres de la novia para celebrar el matrimonio. Pero aunque estos digan que sí, la última palabra la tiene la interesada, así que ella puede elegir.

Lam tenía 21 años y se había casado hacía dos. Entonces ella ya era «novia» de su futuro marido, aunque aquí el tema del noviazgo no es fácil: no está bien visto que se vea a una mujer y un hombre solos sin más compañía cuando aún no son marido y mujer. Así que antes de la boda sólo había compartido alguna sopa de noodles en las montañas a solas con su marido. El resto del noviazgo fue más bien telefónico. Y aún así, la cosa suele salir bien. O al menos se obligan a que salga bien: contaba que aunque algunos matrimonios sí se separan la norma sigue siendo la de juntos hasta la tumba, y eso es lo que está bien visto.

Nos contó todas estas historias en un par de días, mientras caminábamos hacia varias aldeas de las zonas, unas más llenas de turistas que otras. En aquellas caminatas nos cruzamos con muchas mujeres y niños de su etnia, pero también de la etnia Dzao o Dao Do, que visten un traje similar sólo que con un pañuelo rojo en la cabeza. Quienes no abundan por los caminos son los hombres, que suelen quedarse trabajando en el campo. Según decía Lam, eso es lo que más ha cambiado en los últimos años: que con la llegada de los turistas, que aumenta cada año, ellas han empezado a buscarse la vida fuera de casa haciendo de guías para llevar un dinero extra a casa.

El segundo día nos despedimos de ella poco antes de comer para dar una vuelta por Sapa, donde te puedes acercar al mercado y a la plaza principal, en la que por las noches hacen actuaciones gratuitas para turistas y locales. Bastante cerca de allí cogimos el autobús nocturno que nos llevaría de vuelta a Hanoi, y el tema de conversación general era cuánto tardaríamos en llegar.

Entre quienes lo habían cogido para llegar a Sapa había de todo: unos tardaron 10 horas, otros 12, otros 14, los menos suertudos 18… Al final no tuvimos muy mala suerte: tardamos 12 horas. Aunque resultó difícil pegar ojo: los autobuses nocturnos aquí son autobuses cama, que suena mejor de lo que es en realidad. Se trata de literas en las que o vas tumbado o vas tumbado, y puede que no estén del todo mal si no te toca la última fila, donde en lugar de tres camas hay cinco al menos en algunos autobuses. Al estar completamente pegadas unas a otras en esa fila y ser una carretera plagada de curvas es imposible no invadir a veces parte de la litera de tu desconocido vecino; y al contrario: de vez en cuando alguien te pone el pie en tu espaciosa cama. A eso te acostumbras. Lo malo es que si además de en la última fila te toca en alguna de las dos camas de en medio, la segunda o la cuarta, que fue el caso, no tienes ninguna litera delante que te haga de «tope», así que cada vez que el conductor frena (y frena mucho), te resbalas hacia delante con el consiguiente «peligro» de acabar en el suelo. Pero el caso es que al final llegamos a Hanoi. Y sin tocar el suelo.

    Esta entrada fue publicada en Vietnam y etiquetada , , , , , , . Guarda el enlace permanente.

    3 respuestas a Dos días en Sapa con la etnia H’Mong sorteando los problemas del transporte

    Deja una respuesta

    Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *