La idea que teníamos sobre Goa era la de un paraíso de playas de arena blanca descubierto para el turismo por los hippies de los 60, que decían haber encontrado aquí el rincón perfecto donde quedarse hasta que peinaran canas. Todavía quedan algunos de ellos, y también parte de aquella naturaleza casi sin explotar, pero Goa también ha evolucionado, para bien o para mal, en los 40 años que han transcurrido desde los inicios de su boom como destino turístico.
Llegamos a Margao, la principal estación de tren de Goa, después de unas 14 horas desde Bombay. Allí veríamos el mayor número de extranjeros juntos de toda nuestra estancia en este país: en la caseta de los taxis prepago de aquella estación había una concentración de guiris aguardando turno para irse directos a alguna de las playas de Goa, así que para allá fuimos nosotros también. Pero lo del taxi sólo era buena idea si encontrabas con quién compartir –no son baratos- y resultó que todos los turistas que andaban en la cola se dirigían hacia la playa de Palolem, una de las más famosas, en el sur de Goa, o Anjuna, otra de las que tiene mucho éxito, en el norte, mientras que nosotros íbamos a Zalor, más o menos en el medio de ambas, no por originales sino porque allí es donde habíamos encontrado el alojamiento más barato de los que aparecían en Internet. Total, que acabamos cambiando el taxi por un tuk tuk y en media hora llegamos a un pueblo pequeño, muy tranquilo, con playa y un par de hoteles baratos que no estaban nada mal desde donde podías moverte a cualquier parte (una de las ventajas de Goa es que es el estado más pequeño de India, así que alquilando una moto llegas a cualquier punto).
En el sitio donde nos quedaríamos a dormir nos recibió Claudia, una mujer de unos 40 años con la que podías tirarte horas hablando de cualquier cosa. Había sido guía en Kerala, en el sur de India, y aparte de muy buena gente parecía de esas personas soluciona-problemas que tiene recursos para cualquier cosa. Lo comprobaríamos unos días más tarde, cuando parecía que nos íbamos a quedar encerrados en Goa para los restos porque no había forma de encontrar plaza en ningún tren o autobús dirección al sur de India, pero ya aquella primera tarde nos cayó estupendamente. Entre otras cosas porque nada más llegar nos sacó dos cervecitas bien frías que nos supieron mejor que bien. Esa es una de las muchas particularidades de este estado de India: al contrario que en casi todo el resto del país, aquí puedes encontrar cerveza en cualquier parte, y a un precio asequible porque el alcohol no tiene los mismos impuestos que en el resto de estados.
Con el tiempo descubriríamos unas cuantas más. Por ejemplo, que a Claudia Dios la llamaba por teléfono. Cada vez que sonaba su móvil, una imagen de Jesucristo le avisaba de que tenía una llamada. Y es que a pesar de que en India la religión mayoritaria es el hinduismo (el 80% practica esta religión según un censo de 2001), a la que sigue el Islam con un 14% de fieles en este país, en Goa hay muchísimos católicos, además de que los que lo son son muy devotos. De hecho, se ven iglesias casi a cada paso que el domingo están a rebosar. Es parte del legado portugués, que no entregó esta colonia a India hasta 1961. Y como hizo de ella la capital del virreinato en Asia, aún quedan muchos restos de su presencia que de vez en cuando dan la sensación de estar paseando por una calle portuguesa, sólo que con mujeres en sari. Por ejemplo, los nombres de los locales: «Alquiler de motos Lourdes», «Casa Dos Pobres», «Supermercado Raquel», «Autobuses Menino Jesús»… Sobre todo en las principales ciudades como Panaji, la capital, o Viejo Goa, puedes encontrar bastantes construcciones de la época colonial. Incluso hay una catedral, la más grande construida por los portugueses en sus colonias, dedicada a Santa Catalina de Alejandría en Viejo Goa.
Playas de Goa
El principal reclamo de Goa son sus playas, así que imaginábamos que eran de las de postal. Pero después de cuatro días recorriendo la zona en moto (aquí sin casco, sólo es obligatorio en la autopista), no nos parecieron tan paradisíacas. Son larguísimas y las del sur están prácticamente desiertas, excepto Palolem, pero ni encontrarás aguas transparentes o muy limpias ni nos pareció que tuvieran mucho de especial. Quizá es que había pasado demasiado poco tiempo desde la estancia en las playas tailandesas y con el empacho de playa veíamos las cosas de otra forma. O puede que las playas españolas dejen el listón muy alto, que algo de eso hay.
Por una cosa u otra, el caso es que más que las playas en sí lo que nos gustó ver fue el día a día de los vecinos de Goa en ellas. Aunque según nos contaron las cercanas a Anjuna y Palolem, donde se encuentran los principales resorts, tienen casi más población extranjera que local, en la parte donde nos encontrábamos (Zalor, Cavelossim, Varca…) la mayoría del público es de la zona. Así que el domingo va toda la familia con un buen cargamento de comida a cuestas dispuestos a echar todo el día, hacen cola junto a los carritos de helado, montan sus chiringuitos en las zonas de sombra… Y si toman el sol, la mayoría lo hace casi completamente vestidos. Después, cuando llega el atardecer, la playa se pone a rebosar. Tras el espectáculo del sol escondiéndose, todo el mundo a casa.
La historia cambia bastante tanto en el norte como en el sur de Goa, donde uno de los mayores reclamos son las fiestas trance y las raves que se organizan casi cada noche bien en la misma playa bien en una zona verde cercana. Por eso el dueño del hotel donde nos quedábamos, un tipo joven que hacía estupendamente de relaciones públicas, tenía un listado de las fiestas más cercanas a celebrar ese mismo día y los siguientes que soltaba a todos los huéspedes inmediatamente después de presentarse sin importar la edad del interlocutor o la pinta de fiestero que tuviera. Después Claudia nos contaría que en los últimos años ese tipo de fiestas habían desbancado a la oferta de playas como reclamo turístico, y que no sólo extranjeros, sino también muchos indios de otros estados, se acercaban hasta aquí los fines de semana para asistir a una de ellas.
Cómo moverse en Goa
Las opciones de transporte en Goa son autobuses, taxis y alquiler de motos. Pero como los autobuses tienen pocos servicios fuera de las principales ciudades o playas más turísticas y lo del taxi sale por un ojo de la cara, el alquiler de moto es lo más demandado. Sale por unos 3 euros diarios, y aunque la gasolina no es barata, no hace falta mucho combustible para desplazarse por todo Goa.
Con ella estuvimos recorriendo las zonas verdes, las playas y también ciudades como Margao, a donde llegamos en busca de un billete de lo que fuera para seguir camino hacia otro estado. Porque aunque llegar a Goa no fue nada complicado, salir de allí era otra historia. En la estación de trenes de Margao el tipo de la ventanilla nos dijo que no había billetes hacia Kerala, el siguiente punto de la ruta, ni ese día ni al otro ni en las próximas dos semanas. El autobús también andaba escaso de plazas. Y el avión salía por un pico. Así que volvimos a Zalor sin tener idea de qué hacer. Pero entonces apareció Claudia, la mujer del hotel donde nos quedábamos, y montó una pequeña oficina móvil en medio segundo para solucionarnos el problema.
Después de unas cuantas llamadas de teléfono dijo que una opción era comprar el billete de tren no en la estación sino en una agencia porque ellos compran un cupo de billetes de cada trayecto para poder venderlos a los turistas que se han quedado sin plaza. Así que tras hablar con un tal Kevin, quedamos con él media hora después de nuevo en Margao, en donde teníamos que llamarlo por teléfono para que nos llevara a su agencia. Total, que con el móvil de Claudia en el bolsillo llegamos de nuevo a la estación de tren, llamamos al tal Kevin y 5 minutos después apareció diciéndonos que siguiéramos a su coche.
El hombre conducía a la velocidad del rayo, y la motillo no daba para mucho, pero el caso es que en 15 minutos llegamos a su oficina, encendió el ordenador, sacó su calculadora y dijo que todo solucionado: tenía dos plazas en el tren del día siguiente. Sólo que costaban más del doble de lo que salía en taquilla. No acabó de convencernos. Total, que buscamos en Internet y por poco más encontramos un avión a Bangalore, a mitad de camino entre Goa y Kerala, en el estado de Karnataka, y así de paso podríamos ver Mysore, una ciudad de la que habíamos oído hablar mucho que se encuentra a sólo tres horas en autobús desde Bangalore. Así que después de unas cuantas vueltas acabamos saliendo de Goa en avión. Y de paso conocimos el aeropuerto de Goa, todo un espectáculo del que os hablaremos en otro post.
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